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LA METODOLOGÍA DE LA NO-VIOLENCIA ACTIVA


La No-Violencia Activa, no es solo decir

“No a la Violencia”, frase tan manipulada

muchas veces en función del propio interés

cuando se pide que te dejen de violentar a

ti y no te interesa nada como es que están

violentado a los demás. Por lo tanto la

No-Violencia Activa tampoco solo se

refiere al hecho de la violencia física.

La No-Violencia Activa es una extraordinaria

metodología de acción, es una forma de vida,

y una alternativa de respuesta activa que

tiene como fin desarticular todo tipo de

violencia. L

a No-Violencia Activa se refiere también al

hecho de la violencia económica, racial, religiosa, sexual, psicológica y moral.

 

Así, citando a Silo que dice: “… en este desgraciado mundo en el que la violencia y la injusticia se enseñorean por campos y ciudades, ¿cómo es que se piensa acabar con la violencia?”, y luego continua, “… con un enfoque violento de la violencia, no resultará la paz”. Y finalmente exhorta: “… lleva la paz en ti, y llévala a los demás”.


Ojala te animes a reflexionar por un segundo, sobre la violencia que sientes en ti, en tu vida, en la vida de tus seres queridos y de la sociedad, y si llegaras a sentir que no es lo que quieres, o aspiras, realmente, ojala entonces puedas optar por manifestarte activamente ante el mundo.

 

La invitación esta hecha!!!!! Solo depende de ti y tu coherencia interna … (pensar, sentir y hacer en la misma dirección)

 

De la situación de violencia deriva todo conflicto individual y social.
La solución al problema de las diferentes formas de violencia existe, y reside en aplicar una metodología precisa: la “Metodología de la No-Violencia Activa”.

Esta metodología no es simplemente la expresión de una intención. No es una frase hecha a la medida de la situación que nos toca vivir. Esta metodología tiene formas precisas que definen claramente un modo de pensar, un modo de sentir y un modo de actuar. Su aplicación tiene indicadores claros que permiten a cada individuo y a cada conjunto medir con precisión su eficacia en función de ir superando los problemas de dolor y sufrimiento a los que puedan estar sometidos.

 

Es necesario fortalecerse internamente, desalojando el nihilismo y dando lugar a un futuro siempre abierto a nuevas opciones, porque es allí donde podemos proyectarnos y actuar.

 

La forma de actuar y los parámetros precisos que definen esta metodología de acción en la conducta personal son los siguientes:

 

1. Un trato personal basado en la regla de oro de la ética humanista: “Trato a los demás como quisiera ser tratado”.


2. Una conducta interna y externa basada en la coherencia: “Actúo sobre la base de aquello que pienso y siento es lo mejor para mi vida y la vida de aquellos que me rodean”.


3. Desarrollo de las propias virtudes y atención a las virtudes de los demás.

Algunas de sus herramientas principales de acción personal y social son:

 

– El rechazo y el vacio antes las diferentes formas de discriminación y violencia.
– La No colaboración con las prácticas violentas.
– La denuncia de todos los actos de discriminación y violencia.
– La desobediencia civil frente a la violencia institucionalizada.
– La organización y movilización social con base en el trabajo voluntario y en la acción solidaria de quien la impulsa.

 

Frecuentemente se ha homologado no-violencia y pacifismo, cuando en realidad el pacifismo no es un método de acción ni un estilo de vida sino una denuncia constante contra el armamentismo.

 

También puede confundirse a la no-violencia activa con una actitud pasiva. Por el contrario, se trata de una actitud activa, valiente, comprometida y solidaria. La no-violencia activa tiene fuerza. Es una fuerza moral que avanza liberando al hombre, abriendo su futuro y proyectándolo a una evolución sin límites.

Educar para la No-Violencia Activa implica desactivar los mecanismos de la violencia en la vida social, y también en la vida cotidiana de cada uno de nosotros

 

Fuente: Movimiento Humanista

 

 

 

 

No violencia y educación. Si quieres ser no-violento
 
Juan María Parent Jacquemin

 

¿A quién le interesa ser no-violento?

 

Preguntémonos primero ¿qué es esto que se llama no-violencia?

¿Cómo se define? ¿A qué se opone? ¿Es para personas comunes o para activistas militantes? ¿Tiene que ver con la injusticia o más bien con los golpes, los asesinatos, las violaciones?…

¿Por qué preguntar acerca de una opción de vida ética? ¿Ser no-violento es igual que ser paciente? ¿O ser tolerante? ¿O ser agresor de los violentos?

 

A todos estos interrogantes iniciaremos una respuesta.

 

La palabra fue creada por Gandhi. Desgraciadamente, al traducir el término sánscrito Ahimsa (voluntad de no matar) como "no-violencia", nos encontramos ante una definición que se expresa frente a otra realidad: la violencia. Luego, el término es negativo, lo que le quita mucho de su impacto o importancia. Gandhi abrió un concurso en el periódico que sostenía en África del Sur para solicitar ideas que mejoraran el término. Se adoptó Satyagraha, que quiere decir "fuerza de la verdad". Infortunadamente, tampoco este término llenaba las expectativas porque en todas las culturas se discute sobre qué es la verdad. Finalmente, la palabra no-violencia en castellano y Ahimsa en sánscrito se quedaron a pesar de las dificultades que su uso lleva consigo. Representan todas las acciones que se llevan a cabo con cierta estrategia en pro de la justicia y la libertad.

 

Definamos para empezar qué entendemos por no-violencia.

 

• La no-violencia tiene dos vertientes. 1. Vertiente ética, que consiste en esta lucha interior para lograr dominar o eliminar las huellas de la violencia que se esconde en nuestro interior. 2. Vertiente política, que nace en todos los que han desterrado la violencia de sus modales y se encuentran ante la violencia de las personas y de las estructuras. De este descubrimiento doloroso surge la voluntad de una acción política que cambie este estado de cosas.

 

• Desde un punto de vista filosófico, la no-violencia es la conciencia de la importancia, del valor y del poder de cada ser humano, incluyéndose a sí mismo. La no-violencia es sobre todo una manera de ser, de actuar en el conflicto: una herramienta que permite construir la armonía entre los seres creando en cada uno la dignidad y el respeto profundo del otro. En su Ética a Nicómaco, Aristóteles se adelanta a nuestro descubrimiento cuando desarrolla la idea de frónesis, que se tradujo por prudencia, término que con el racionalismo y el moralismo ha perdido toda su fuerza. La frónesis es "un acto intelectual y moral que efectúa una buena deliberación, un discernimiento de lo conveniente, desemboca en la palabra y la acción oportunas" (Vaillant, 1990: 78). Hoy, desgraciadamente, la palabra prudencia hace pensar en falta de decisión, temor, actitud titubeante; todo esto está lejos del Ahimsa gandhiano o de la no-violencia actual.

 

La no-violencia puede ser descrita por sus aspectos estratégicos, tácticos y políticos, pero posee igualmente otras dimensiones. En una visión holística, pasa por la comunicación, así como por todas las etapas de la experiencia y de las relaciones humanas.

 

Una manera de actuar. Se trata de decir no a la violencia. Esa es la primera dimensión de la no-violencia, la más evidente: no golpear al otro, ni maltratarlo y mucho menos violarlo o matarlo. Eso todo el mundo lo comprende. Por lo demás, cuando se habla de no-violencia en los periódicos la expresión significa casi siempre "sin violencia".

En la India los valores de la renuncia, del desprendimiento de las pasiones y la vida ascética parecen ligados a la idea de "no-violencia", de respeto de la vida bajo todas sus formas, de tolerancia. Según Véronique Bouillier, el Satiagrahi "debe desplazarse evitando hacer sufrir o herir alguna criatura, debe hacer de tal modo que todas las criaturas se encuentren en seguridad cerca de él, debe soportar todo con indiferencia y respeto, no debe resentir ninguna cólera contra el que es furioso contra él" (Boullier, 1994: 213).

 

El Ahimsa es de hecho el primero de los cinco grandes votos, de los cinco compromisos mayores al que se suscribe todo candidato sannyasa. Estos cinco votos también son los que profieren los monjes budistas o jains —que hacen del Ahimsa el valor supremo— y constituyen igualmente los cinco yama, las cinco abstenciones que forman la primera de las ocho etapas que llevan al desprendimiento único descritas en los yoga Sutra.

El compromiso que toma el satiagrahi de abstenerse de dañar a todas las criaturas se solemniza en los ritos de entrada en el satiagrayn. Según el vasistha que presenta la primera descripción de estos ritos: "una persona que renuncia debe alejarse de su casa después de haber dado a todas las criaturas el don de la seguridad" (Boullier, 1994: 213).

 

"El don de seguridad" es la expresión ritual de la no-violencia (Ahimsa). Y el boudayana amplía este aserto con la metáfora del bastón: "una persona que renuncia no debe herir a ninguna criatura con ninguno de los tres bastones, es decir ni en palabra, ni en pensamientos, ni en acciones" (Boullier, 1994: 213).

Parece que la noción de Ahimsa, el "no deseo de matar", forma negativa de una idea positiva, hizo su aparición en los medios ritualistas bélicos, por consiguiente, en el contexto del sacrificio. Se trata entonces de un juego de metáforas y de reparaciones y, luego, de sustitutos de separar la condenación a muerte de las víctimas sacrificiales de toda idea de violencia para escapar así de sus consecuencias temibles.

 

No obstante, la no-violencia comporta una segunda dimensión, la de la acción, pues para oponerse de modo eficaz a la violencia hay que ser activo, ¡e incluso muy activo! Eso no lo sugiere la noción de no-violencia. Por ello suele ser preferible hablar de "acción no-violenta" o de "no-violencia activa". En resumen, la no-violencia consiste en actuar sin violencia contra la violencia "[…] La no violencia supone servirse de la vida para ganar, mientras que en la violencia amenazas siempre al contrario con la muerte, con su muerte" (Sémelin, 2001: 17).

 

¿De qué violencia estamos hablando?
 

Consideramos desde la no-violencia activa dos

clases de violencia: La violencia directa y la

violencia de respuesta.

 

La violencia directa es la del patrón que no paga un

justo salario; la del comerciante que roba a sus

clientes; la del administrador público que desvía

fondos públicos; la del diputado que no representa

a la población sino que atiende las órdenes de su

partido; los impuestos injustos o mal utilizados; las prohibiciones de hablar, de escribir, de opinar, de pensar; el ecocidio y tantas otras.

La violencia de reacción o de respuesta es la de los macheteros de Atenco;1 la de los grafiteros; la del marido que le pega a su esposa; el robo necesario ante la miseria creada por el sistema neoliberal; la corrupción, como forma de hacerse justicia por propia mano.

 

La no-violencia activa lucha para reducir y eliminar la violencia directa porque es causa de la otra. Para ello tiene una filosofía de la vida basada en la búsqueda de la verdad y de la justicia, se apoya en varias estrategias y cuenta con tácticas.

La no-violencia es una filosofía de la vida, estrategias de acción y tácticas concretas. La palabra no-violencia suele estar acompañada del adjetivo "activa". Se habla de una no-violencia activa porque se corre el riesgo de confundir la no-violencia, ausencia de violencia, como pasividad, pacifismo, renuncia…

La no-violencia es entonces: Una búsqueda y una sabiduría que dan sentido al destino de cada cual y a la historia de la humanidad; una manera respetuosa de vivir y de actuar de los hombres y de la naturaleza y una manera respetuosa de luchar del adversario —que no excluye la presión ni la coacción— y abierta a la negociación y a la reconciliación.

 

Después de leer esta definición, ¿sigues interesado en ser no-violento? Si respondes afirmativamente entonces vamos a emprender el camino.

 

Hacia la no-violencia
 

Es difícil mencionar la no-violencia sin pensar en las experiencias de resistencia que nos han ofrecido la historia y sus líderes, de Gandhi al Dalai Lama. El debate se sitúa generalmente en la eficacia y la legitimidad de los modos de acción estrictamente no-violentos, evaluando al mismo tiempo la pertinencia y el valor del principio de no-violencia. Entre principio ético y prácticas políticas olvidamos muy a menudo un factor que ocupa sin embargo un lugar esencial en el nacimiento y la fuerza de las experiencias históricas de la no-violencia: las organizaciones sostienen y permiten estas movilizaciones, las cuales dan a este principio ético una actualización en la historia.

 

Algunos lectores aislados de Tolstoï o Gandhi no hubiesen podido ofrecer solos la persistencia de la lucha contra el apartheid durante las decenas de años necesarias para lograr el éxito. Se ha requerido del nacimiento de organizaciones que permitan a las personas con convicciones no-violentas compartir, intercambiar, apoyarse mutuamente, formarse, reflexionar, informar y actuar… La no-violencia es ante todo una aventura colectiva, vivida en la continuidad más allá de los tiempos fuertes de la movilización que le han dado vida (Gamblin, 2005: 1).

 

Educar en la no-violencia
 

La relación entre el niño y sus padres se caracteriza por esta noción de reciprocidad. El niño aprende a sonreír porque el adulto sonríe para él. Y la sonrisa "de la madre" es respuesta a la sonrisa del niño que pone a éste en la vía de la autonomía en el sentido de que descubre la posibilidad de modificar su entorno. Del mismo modo, el niño alimentado cuando lo solicita, que llama y ve a su madre acercarse, tiene una experiencia social y humanizante. Poco a poco, entenderá que la iniciativa que toma al llamar es seguida de efectos positivos. Con la confianza en sí mismo, desarrollará el gusto por tomar iniciativas (Bayada, 2000: 22). "Si un niño no ha sido educado para las legítimas frustraciones de la vida y si no ha gozado de relaciones enriquecedoras, corre el riesgo de utilizar la violencia como medio de expresión" (Dean, 2005: 13).

La capacidad de estar solo.

 

El objeto transicional (cama, oso…) que recuerda olores y sensaciones dulces y permite la interiorización de la imagen materna dará al niño joven la "capacidad de estar solo".

 

En el encuentro con su padre, el espacio de diálogo y de juego que se creará en ese momento lo distanciará un poco de su madre y lo abrirá "al mundo". Con el descubrimiento de su cuerpo y de sus capacidades, con sus manos que atrapan todo lo que está a su alcance, luego el "cuatro patas" que permite desplazarse y finalmente el aprendizaje de la marcha, el niño partirá a la conquista de su entorno. Estas nuevas posibilidades le permitirán, si su seguridad de base está suficientemente desarrollada, ir a explorar una habitación en la que no están sus padres. Así, no se trata ya de un niño muy pequeño a quien se le impone quedarse solo, sino de un "aún pequeño" que nos deja solos: "¡Pueden quedarse ahí, tengo algunos armarios por registrar del otro lado!" (Toulemonde, 2000: 24).

 

Una vez que hayamos adquirido la autonomía, lo primero que debemos hacer es eliminar de nosotros mismos todo resto de violencia. Palabras agresivas, gestos amenazantes, miradas destructoras o, si aún quedan: destrucción del medio, golpes, sadismo con las personas o los animales, deseo de matar o de herir. Empezamos por ponernos en un estado de respeto a los seres humanos y a la naturaleza. Es también "reducir nuestros deseos a nuestras necesidades y nuestras necesidades al mínimo" (Lanza del Vasto, citado en Ameglio, 1993: 35); poseer sólo lo que la mayoría de las personas puede tener (el rico debe ser sólo un fideicomisario de la comunidad); es decir, lo opuesto a lo que ha resultado del "desarrollismo" (Ameglio, 1993: 43).

 

Una vez conquistado este nuevo estado (habrá que luchar continuamente para mantenernos en esta posición), un nuevo mundo se abrirá delante de nuestros ojos y de nuestra conciencia, porque habremos dado la palabra a la violencia (Boeglin, 1998: 75). Empezaremos a ver con mayor nitidez las injusticias que se cometen en torno de nosotros o hacia nosotros mismos, y que soportamos o ignoramos.

 

Frecuentemente, negamos la existencia del conflicto o de la violencia presente. Ésta es la primera actitud de la mayoría. "No hay problema", "no quiero dificultades con mis vecinos", y ocultamos así la injusticia y nos hacemos cómplices de ella.

Una segunda respuesta también muy común es recurrir a la violencia. Se abre la espiral de la violencia descrita por Helder Cámara que califica esta acción como la segunda violencia, siendo la primera la injusticia. Habrá, según el mismo Don Helder, una tercera violencia que es la de los autoritarismos políticos, las represiones, la censura y, en muchos casos, la muerte de alguno o varios. La injusticia no atendida, que llamaría violencia directa, provoca la violencia de respuesta de quienes sufren esta injusticia o de quienes observan con sensibilidad de justicia social el daño provocado por la injusticia, que también puede llamarse violación a los derechos humanos de las personas.

 

Una tercera manera de comportarse es no hacer nada. Es complemento de la primera actitud. Actuar así o dejar de actuar deja libre al agresor para que siga delinquiendo. Nadie desea que el delincuente siga haciendo sus fechorías, pero preferimos que otros hagan el trabajo de eliminar estos delitos y nos quejamos de la impunidad que reina en nuestro medio. Queja injustificada si no hemos hecho nada. Todos sabemos que el sistema de justicia es deficiente. Razón complementaria para tomar en nuestras manos la mayor parte de los problemas de injusticia y resolverlos con una nueva estrategia o simplemente con estrategia para quienes nunca han actuado.

Recurrir a los tribunales es ciertamente un medio importante que nos hemos dado los ciudadanos al crear el Estado. Este paso implica el recurso obligatorio (en nuestro medio) a los abogados. El proceso se vuelve muy costoso y complicado. En algunos casos la falta de ética o la ignorancia pueden provocar, a falta de pruebas suficientes, que la acción de la justicia se vuelva contra la víctima.

 

Una de las reglas importantes que se conoce en los medios donde se viven los derechos humanos es hacer que las leyes funcionen. Es decir, recurrir a los tribunales cuando sea necesario para que la ley no siga siendo letra muerta. Las leyes estructuran la sociedad, determinan mínimos éticos para la convivencia, son un referente dentro de los usos y costumbres de un pueblo.

 

Para muchos, existe el recurso a las Comisiones de Derechos Humanos. Éstas no son tribunales, ni deben serlo. Son instancias de cultura. Esto quiere decir que su efecto es lento porque transforma las costumbres, corrige a las personas, mejora los modos de comportamiento. Es importante acercarse a las Comisiones de Derechos Humanos. Su labor es imprescindible para mejorar las condiciones de vida de todos. Pero hay que tener claro que su acción, con base en recomendaciones, actúa en un plano moral, no jurídico; sugiere nuevas actitudes y la corrección de quienes no han actuado conforme a la justicia. Estas sugerencias serán tomadas por los superiores de las personas involucradas.

También es importante apuntar que el concepto de derechos humanos, muy marcado por la Revolución Francesa remite a las violaciones que se dan en las relaciones de los funcionarios y servidores públicos con otras personas que se llaman privadas. No atiende a los problemas laborales, para los cuales hay instancias propias.

Finalmente, queda la llamada "acción directa" o no-violencia activa, que nos ocupa ahora. En pocas palabras la acción no-violenta o la no-violencia activa crea conciencia, crea cultura y se adelanta a los conflictos.

 

 

 

La acción
 

Entonces, ¿cuándo empieza la acción?

Después del primer paso de sensibilización hacia la violencia que está dentro de nosotros, vendrá la observación del entorno y el descubrimiento de la injusticia. Esta injusticia que puede ser desde una acción aislada de un individuo hasta las grandes injusticias, como es el caso de los millones de pobres que hay en el país y en el mundo. Las estrategias y las tácticas serán distintas en función del tamaño de la injusticia y de los responsables de ella. Pero para la acción que sea necesaria es preciso empezar con acciones pequeñas ante las injusticias domésticas; es decir, que estén a nuestro alcance. Sólo en la práctica de las acciones no-violentas se educa y se adiestra para acciones de mayor envergadura.

Para la acción es necesario sentir nuestra responsabilidad cuando sostenemos una injusticia dada. A veces, somos nosotros los primeros culpables de la injusticia porque es de nuestro interés que la situación sea así y no de otro modo. En el medio escolar, por ejemplo, es muy frecuente que los alumnos acepten y celebren que su maestro no sea exigente, llegue tarde a clase, valore siempre con dieces, no estudie… ¿Para qué cambiar esta situación si así es más fácil pasar las materias? Otro ejemplo, común desgraciadamente, es la llamada "mordida". Esta práctica no se refiere sólo a la relación con policías o agentes de tránsito. La señora que compra carne con el mismo carnicero y en cada ocasión le da un extra de dinero "para ser bien atendida", comete una injusticia porque rompe las reglas del juego social; en este caso del juego comercial. Se elimina la competencia y se crea una jerarquía social entre los "mejores" que son los que pagan más y los otros, que no lo hacen.

Una segunda posición tan mala como la primera es cuando nos hacemos cómplices. En efecto, la injusticia puede darse contra otras personas, pero no actuar, callar ante ella y no denunciarla, nos hace cómplices de la injusticia o de la violación de los derechos humanos. Por ejemplo, ves que un vecino tira regularmente basura en la calle y no la recoge o, caso muy frecuente, pasear al perro para que haga sus necesidades en la calle o en el parque sin que recoja los excrementos del animal. Se trata, en ambos ejemplos, de injusticia, violaciones a los derechos humanos, que permanecerán y cuyas consecuencias las sufriremos muchos, aun cuando sea indirectamente.

Otra forma de mantener viva la injusticia es aceptar un beneficio que resulte de ella. Por ejemplo, los regalos de los candidatos durante los periodos electorales, con los cuales compran las conciencias y cuyo origen es el mismo pueblo engañado. Es una injusticia flagrante cuando la aceptamos sin juicio, sin acción.

Entramos así en el modelo de la no-violencia activa, que tiene por finalidad resolver los conflictos nacidos de la injusticia, de las violaciones a los derechos humanos y las injusticias de nuestro medio.

 

La no-violencia activa
 

El primer paso es detectar la injusticia y analizar su contenido: origen, desarrollo, costumbres, situaciones específicas. No olvidemos que no puede dejarse de actuar ante la injusticia, aun cuando pueda haber una razón para no hacerlo, como la conciencia personal o la solidaridad interpersonal. En muchas ocasiones, nos encontramos ante una injusticia producida por una persona cercana a nosotros o por el grupo al que pertenecemos. La justicia es tan importante que debemos actuar. No excluye la prudencia, que no es el temor, sino la virtud de la acción inteligente. La prudencia puede indicar que el momento no es el conveniente, pero no podemos quedarnos en una situación de no acción.

 

Luego, es indispensable asegurarse de la verdad y de la justicia de la demanda con un estudio objetivo de los hechos. Hablamos ahora de estrategias, y como las estrategias militares ocupan mucho tiempo, reflexión y estudios relacionados, la lucha no-violenta exige estudios y preparación hasta física, porque el cuerpo juega un papel importante en la movilización con respecto a los derechos humanos.

Para eso, deberemos reunir toda la documentación que indique la validez legal y moral de la demanda: leyes, reglamentos, jurisprudencia y documentos indicativos de la orientación social y política.

 

Con todo este bagaje, podemos acercarnos al que es causante de la injusticia y concienciarlo de su responsabilidad. Dejemos la ingenuidad: el que comete la violencia no acepta el diálogo porque la violencia es una suerte de relación con el otro, y se sustrae a la identificación. El verdadero violento no es visible en muchos casos; de ahí la dificultad para encontrarlo. Hay subalternos, por ejemplo, que sirven de parapeto; hay instituciones que sirven de protección. La acción no-violenta exige un proceso de estudio que conduzca al verdadero violento.

 

¿Cómo enfrentarse a la violencia sin ser aniquilado por ella? Es la pregunta que debe ocuparnos para actuar con prudencia (frónesis2) y no con candidez. "Mientras la afinidad y la semejanza se niegan de entrada, la destrucción del otro es posible y aun justificada. El otro crea temor porque es otro, extraño, extranjero; reducido a esquemas, vaciado de su individualidad, puesto como esencialmente diferente, aparece no como el adversario por combatir, sino como el enemigo a destruir. Este mecanismo es propio de todas las formas de ostracismo y justifica la dominación y hasta la aniquilación del otro y de la violencia" (Boeglin, 1998: 134).

El diálogo es la vía de solución de los conflictos entre personas. En muchas ocasiones, este primer paso es suficiente para resolver el conflicto porque el hombre, sea delincuente o justo, tiene conciencia. La no-violencia activa se dirige a la conciencia.

 

Para eso:

 

creer en el hombre. La desilusión ante la maldad que nos afecta, muchas veces directamente, crea en no pocos un escepticismo que los aleja de toda acción. Volver a creer en el hombre es esencial y se logrará con las primeras acciones no-violentas. El adiestramiento en estas luchas se da con acciones pequeñas que permiten actuar sin temor, respetando a todos, compañeros y adversarios, y siguiendo una estrategia fácil.

 

Si una ley sostiene la injusticia, hay que desobedecerla. Esta decisión lleva consigo la aceptación de la pena (multa o el encarcelamiento). Los no-violentos han aprendido a no defenderse cuando se da el arresto. En estos casos también debe pensarse en quienes no participan del acto de desobediencia para operar la liberación de los detenidos.

 

Actuamos a la luz del día. Por eso avisamos al presunto violador de un derecho que se va a emprender una acción, y muchas veces también a su jefe inmediato. La acción no violenta se da cara a cara siempre con quienes se da el enfrentamiento. Sin ingenuidad, de nuevo, sabemos que si la acción pone en riesgo el sistema político o social, habrá policía y hasta ejército, si es necesario, en el lugar de la acción. para impedirla. Aquí la imaginación de los no-violentos es la que entra en juego para crear una nueva situación en la que el efecto perseguido, la toma de conciencia del violador del derecho, se dé con eficacia.

 

Antes de cualquier acción que llame a la opinión pública se trata directamente con el presunto violador. Se le mostrará todo aquello que le servirá para reconocer su violación: documentos reunidos para el efecto, una solicitud escrita y ante un testigo. Si propone estudiar el caso, hay que exigirle una fecha de respuesta. Este último detalle es el que nos permitirá seguir con cuidado la evolución del proceso. Habrá que insistir para obtener este dato porque comúnmente esta presión no la soporta el violador del derecho ajeno. Tal vez haya que negociar la fecha para que el interpelado no abuse de la paciencia de los demandantes. En este caso, la negociación es otro aprendizaje que se incluye en el proceso total de la no-violencia. La negociación también tiene sus estrategias y sus tácticas específicas.

 

Cuando se reciba la respuesta, será analizada por varios de los comprometidos con la acción. Esta expresión: "comprometido en la acción", es esencial. Sólo los comprometidos, los activistas, pueden tomar decisiones; son los que crean las tácticas y que juzgan las acciones realizadas para corregir lo que no haya sido exitoso.

De acuerdo con el análisis de la respuesta, se resolverá el caso exigiendo un desenlace justo. En muchos casos, se dan pseudo-soluciones por medio de oficios enviados a personas que supuestamente pueden ayudar. El envío de un oficio provoca la elaboración de otro oficio. Es la guerra de papel. El no-violento demanda siempre el diálogo frente a frente. Testigos verdaderos pueden acompañar a los dialogantes para rendir un informe sobre lo que realmente ha ocurrido, y para preparar la acción siguiente.

 

Si esta segunda demanda no aporta respuesta satisfactoria, se deberá extender la acción a los medios de difusión, a fin de alertar a la opinión pública. Una de las armas más fuertes de la no-violencia es la conciencia ilustrada de la opinión pública. Los medios de difusión son los canales para este fin; desgraciadamente, nos encontramos con dos obstáculos. El primero es la dimensión comercial de estos medios, los que presentan las noticias si "son vendibles"; es decir, si provocan el morbo de los lectores o su curiosidad al menos. En general, abandonan el caso de inmediato. Rara vez encontramos en los periódicos o en los noticiarios de radio o televisión el final de un proceso que además sea descrito con detalle desde el momento en que empezó. Ya no interesa. El segundo obstáculo es la dependencia de los medios al dinero de quienes lo sostienen y a quienes busca atender, lo que los obliga a no hablar mal de lo que aman y señala su dependencia de la política local o nacional. Como los medios se sostienen de la publicidad no pueden hablar mal de los que pagan. Esta situación complica mucho la resolución de los conflictos. Mantenerse en primera plana no es posible, como tampoco lo es inventar cada día una acción nueva llena de imaginación.

 

Deberemos contar con otros medios de difusión. Si se está dando una acción en la calle, la distribución de cuartillas impresas a los paseantes puede abrir un espacio interesante no sólo de reflexión por parte del lector, sino también para el diálogo que puede establecerse. Si son muchos los activistas, es recomendable designar a uno o dos para conversar con los curiosos o con los medios de difusión para tener la seguridad de que los argumentos y la descripción del caso sean presentados de manera acorde con la realidad.

 

Escuchar a la opinión pública permite corregir los errores y ver otras dimensiones del problema. Aquí se consideran los matices apuntados arriba.

Las acciones siguientes dependen de la situación creada.

 

Conclusión
 

La acción no-violenta exige consecuentemente una preparación minuciosa de todos los posibles participantes. El movimiento no-violento siempre debe tomar la iniciativa; lo que implica pagar por los errores cometidos.

 

Los no-violentos se caracterizan por su gran imaginación. La sorpresa que provoca la originalidad de la acción es un factor esencial para el éxito, porque se trata de atraer la atención de la sociedad. Por esta razón no es posible indicar cuáles son las acciones que deben darse sin conocer las condiciones reales en que se lleva cabo la lucha no-violenta.

 

Un factor importante que debe mantenerse claro en nuestras mentes es que en un conflicto no hay una victoria de una de las partes. La no-violencia produce siempre la reconciliación y la continuación de la vida en común. Se construye una nueva sociedad. Mientras no se alcance este resultado, no podemos hablar del fin de un conflicto.LC

 

Notas
 

1 En el pueblo de Atenco (Estado de México), los campesinos iban a ser desplazados para construir en sus tierras un aeropuerto. Se defendieron con machetes en mano.

2 Frónesis, mejor que prudencia. "El hombre prudente no es el puramente empírico que vive al día, sin principios, ni perspectivas; es el hombre de la vista de conjunto […] ve la totalidad concreta, el bien total de la comunidad y del individuo" (Aubenque, 1963: 57). Ser responsable de su conciencia es investigar lo que debe hacerse para actuar moralmente; esta tarea es propia de la prudencia en Tomás de Aquino (Vaillant, 1990: 161). "El término no puede tomarse en el sentido corriente que tiene en español y que indica la falta de audacia, la circunspección excesiva de un temperamento pusilánime. En su sentido filosófico técnico, designa la aptitud del sujeto para este discernimiento práctico por el cual aplica la ley universal a los casos particulares […] La prudencia es por consiguiente una capacidad de juicio que realiza una especie de intermediario en la medida en que está orientada a la vez hacia el precepto y la situación, hacia la universalidad del valor y la singularidad del caso concreto (Léonard, 1991: 161-162).

 

Bibliohemerografía consultada
 

Ameglio, Pietro (1993), "Vinoba y la tierra como regalo de Dios", Ixtus, Núm. 1, mayo-junio.
Aubenque, Pierre (1963), La prudence chez Aristote, Paris, PUF.
Bayada, Bernadette et al. (2000), "La autonomía, un aprendizaje y una libertad", en Para una educación no-violenta, Toluca, CDHEM.
Boeglin Naumovic, Martha (1998), La violence de l'art moderne ou Adorno: une estétique de la non-violence, Lille, ANRT.
Bouiller, Véronique (1994), "La violence des non-violents ou les ascètes au combat", en D. Vidal et al., Violences et non-violences en Inde, Paris, Edition des Hautes Etudes en Sciences Sociales.
Dean, Annie (2005), "Saber decir no", en Alternatives Non Violentes. 
Gamblin, Guillaume (2005), "Editorial", en Alternatives Non Violentes.
Léonard, André (1991), Le fonndement de la morale, Paris, Le Cerf.
Sémelin, Jacques (2001), La no-violencia explicada a mis hijas, México, Plaza y Janés. 
Toulemonde, Jeanette (2000), "Desde la pequeña infancia hacia la autonomía", en Para una educación no-violenta, Toluca, CDHEM.
Vaillant, François (1990), La non-violence; essai de morale fondamentales, Paris, Le Cerf.

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